“Estoy más loco que una cabra, pero está todo liso. Está todo en discos”
Kristel Latecki
Hubo muchos acontecimientos que le cambiaron la vida a Paul Higgs: el video de Dani California de los Red Hot Chili Peppers; el disco American Idiot de Green Day; Ian Anderson y Jethro Tull; el funk; ver a la banda uruguaya Grubb en vivo; y finalmente, una crisis de ansiedad. “Fumé un porro y se me fue la croca”, cuenta. “Estaba muy preocupado. Tenía que dar una prueba que ya había perdido y no le quería decir a mi madre que quería dejar la facultad. Estaba re loco. Me fui a un Semm, me metieron ahí, y habían unos tipos que yo los veía como los enfermeros de mis últimos momentos. Claro, pensé que me iba a morir. Eso me cambió la vida”. Ahí dejó definitivamente la facultad y se dedicó por entero a la música.
Eso fue alrededor de 2014, y al poco tiempo editó el primer disco de Algodón, uno de los debuts más interesantes del pop independiente montevideano. Es una muy prolija y creativa construcción de un universo personal, con imágenes evocativas y reiterativas, bañadas con el gusto dulce y ácido de las frambuesas. Pero esa no fue su primera incursión discográfica ni su primer proyecto musical.
Desde antes de tener recuerdos, Paul ya estaba cantando. La prueba de eso es una foto que tiene de niño, retratado con un micrófono y cara de circunstancia. A los 10 empezó a grabarse cantando canciones de Mambrú sobre una pista realizada por su padre, Lulo Higgs, músico que supo ser miembro de Días de Blues.
“Mi padre toca hace mil años, desde el 64, ¿sacás? Desde que nací hay muchas guitarras en casa, teclados y un piano que era de mi tía. Hubo una influencia directa pero no obligada a hacer música, y creo que en gran parte es lo que me hizo ser músico de por vida, no tener esa presión de tocar la guitarra”, afirma Paul.
Lo primero que aprendió en la guitarra fue precisamente una canción de Lulo, pero no se acuerda cómo se llama. Luego, su cancionero revela un poco la programación de MTV de aquel entonces: Holiday de Green Day y El fantasma de Árbol. Pero, como se detalló anteriormente, fue el funk el que lo conquistó así como también el rock clásico de Jimi Hendrix y Jethro Tull. “Toda esa música vieja me acompañó y me llevó a no salir a Red a chuponear, que era lo que hacían los amigos de la generación”, dice.
Enseguida y con apenas 12 años Higgs comenzó a componer para La Medio Siglo, banda que lideró durante años y aunque no se disolvió, ya no está en actividad. Empezó con Pablo Deferrari en bajo y Thomas Bate en guitarra y coros, y se terminó de concretar una vez que Manuel Souto entró en batería. Manuel, que ahora integra la banda Laura y los Branigan, tocaba en aquel momento en Grubb con el ídolo de Paul, el guitarrista Ignacio Vecino y con quien más adelante se volvería a cruzar.
La Medio Siglo se podría clasificar como rock clásico. Editaron un EP, Altos con rulos y un LP, Lista de mi ciudad, y mirándolos ahora, Paul los considera demasiado aniñados. “Había muchas cosas que no sacaba. Después me di cuenta que a esta edad podría haber sido mucho menos inocente”, dice.
Como cualquier adolescente criado con MTV, empezó a componer en inglés, pero para La Medio Siglo ya había encontrado una voz en español. Por consejo de Lulo, comenzó una búsqueda de su propio “slang”, cosa que, según afirma, sigue explorando hasta el día de hoy. “Me di cuenta que puedo ahondar más en mi propia lengua, que en una lengua ajena. Podés explorar pero no podés bucear por abajo y encontrar las piedras que brillan”, afirma. Sin embargo, dice que en esa época usaba las mismas 150 palabras en todas las canciones. Fue un proceso largo para “limpiar el canal” y hallar su propio método de crear canciones. “Logré ver la composición, empezar a estudiarla, analizarla y ser consciente de que podía deformarla más. Podía agarrar la masa de las galletitas y darle una forma de estrellita y ponerla en el horno. Podía hacer mi propia forma, y eso es lo que vengo tratando de hacer hace rato”.
Estuvo solo un año y medio en facultad, que fue finalizada abruptamente con eso que define como un “nervous breakdown”. Lo único que saca de ese tiempo es haber conocido a Sebastián Rodríguez, al quien le apoda Oso. Con él hizo una serie de videos titulados Golpe de Luz, donde filmaban a músicos tocaban en vivo “así nomás”. Enseguida conocieron a Mariano Gallardo en un toque de la banda Mapache. Con el Paul comparte una “afinidad musical absoluta”. “Mariano conocía al Oso, y trajo a Pancho Etchenique que toca en Adan Yeti; a Pedro Duarte, que de repente hizo temas y apareció Oso Polar; a Nacho Vecino que tocaba en Lenk con Mariano; a Agus Piña que tocaba en Mapache. Se armó una cofradía”. Ese primer encuentro fue el big bang que creó a La Órbita Irresistible.
Por ese entonces Paul compuso una serie de canciones que no cuajaban con La Medio Siglo. “Todo sonaba esponjoso y me bajó el nombre Algodón. De repente dije: ‘ta, es un disco’”. Todos los instrumentos fueron grabados por él, excepto las baterías que fueron progamadas.
A nivel de composición, Paul sintió una necesidad de ahondar en la originalidad y transmitir sentimientos con imágenes que no eran usuales. “Empecé a hablar de la frambuesas ácidas, congeladas y deliciosas para describir una especie de sensación de alegría o de ebullición”, cuenta. “En vez de poner ‘estoy feliz’ ponía ‘en el freezer tengo frambuesas congeladas deliciosas’, que es mucho más que estar feliz”. Esa imagen recurrente se debió a que, precisamente, durante dos años comió hasta el hartazgo frambuesas congeladas, y de un día para otro las dejó. “Capaz que porque hice cuatro discos que hablan de las putas frambuesas. Después me pudrí”.
La canción que hizo que existiera Algodón fue Abajo de la luz. Cuando apareció, Paul encontró la última pieza de las 17 que terminaron armando al disco. El tema cuenta uno de sus clásicos enamoramientos con una chica que conoció en Paullier & Guaná y que no le dio bola. “Después la invité a escuchar un disco de los Beatles y le mandé una foto de un porro, pero ni me contestó, o me la batió para otro lado. Y escribí esa canción, que era todo ideal. ‘Te miraría por horas, escribiría canciones sobre vos’, era todo lo que estaba dispuesto a brindarle a alguien de quien me enamorara”, explica Paul. “Siempre fui un enamorado sufrido y exagerado. Muchas veces no me dieron bola y las veces que me dieron bola, me obsesiono. Como que mis emociones van rápido, y yo que tengo la imaginación ejercitada, en muchos casos me enamoro de alguien que no esta enamorado de mí. O idealizo a alguien, ¿sacás?”.
Aunque Abajo de la luz era la concreción de la esencia de los sentimientos de Paul, la canción que terminó llamando más la atención fue Claro que sí, mejor conocida como el tema de Punta Gorda. El bajo cumbiero “perverso” que moviliza a la canción está inspirado en Bombino, músico de Níger cuyo disco Nomad (2013) fue producido por Dan Auerbach de The Black Keys. Ese sonido (que también tiene todo que ver con la cumbia rioplatense) más la bruma marina que suele cubrir al barrio antes de empezar el invierno, fueron lo que creó a Claro que sí y a su video.
El visual, que al día de hoy es el video con más vistas de La Órbita Irresistible, fue filmado por Paul en la Plaza Virgilio, mientras bailaba cercado por aloes y se borroneaba entre la bruma.
Aquella cofradía de amigos que comenzó a gestarse por amistades y afinidades musicales se concretó cuando el disco debut de Algodón necesitaba de una plataforma para salir. Cada uno de los miembros aportó lo suyo, sea sus conocimientos a la hora de grabar un disco, tocar un instrumento o filmar un video. “Nos juntamos un montón de personas que no estábamos necesariamente en la misma, pero estábamos con ganas de entregarnos a algo que era arte. Se formó un torbellino de energía que se impulsó hacia arriba”, cuenta Paul.
La repercusión que tuvo Algodón, en parte gracias a su cierta inocencia y sus imágenes alegres, puso al colectivo también en el mapa. “Pinto eso. A todo el mundo le gustó la canción de Punta Gorda y verme ahí bailando. Y Doble l de ballena, el ‘nena buena’ y el ‘doble a de te amo’ y toda una cosa súper tierna. Es un pequeño rayo de sol en el gris montevideano. Creo que fue eso lo que llamó la atención”, afirma el músico.
Pero Paul también destaca los arreglos de guitarras que tiene el disco, y apunta que todas las canciones fueron grabadas con metrónomo y con afinación a 440. Detalles que terminan afectando para bien a la escucha.
A la hora de componer Paul no para ni tiene sentido de la autocensura. Después de Algodón editó Eucalipto (2015), un disco totalmente hermanado con su antecesor y creados casi en simultáneo. Por eso, cada canción contiene un guiño. El músico siguió un “juego fonético y lúdico” con canciones como Triple l de libélula o Virgilio. Pero, según concluye ahora, sus 22 canciones lo hicieron indigerible.
Desde el vamos la salida de los discos corre muy de atrás a las grabaciones. Cuando salió Algodón ya estaban haciendo el tercer disco, Mariposas Blancas & Los Mágicos Elementos De La Suerte (2016), un trabajo que para Paul resultó como una “profundización” tanto en la música como en experimentación a la hora de grabar.
Su próximo disco será Jazmines, que fue hecho hace dos veranos. Por eso, ahora pretende editar los discos cada vez más rápido. “Ya estoy podrido. Los amo y los escucho, y digo ‘pah que rica’. Pero qué más hermoso que comer el bizcocho recién salido de la panadería, o tener la panadería y entregar los bizcochos enseguida, no entregar un bizcocho de hace un año”. Después de este, Paul grabará por primera vez con la banda que compone a Algodón en vivo las canciones que hicieron en grupo. “Creo que este va a sincronizar todo para que salga todo fresco”, afirma.
El problema es que es difícil seguirle el ritmo a Paul. Además de Algodón, forma parte de Los Cables; toca en Mapache; en Oso Polar; en Cascabeles; en Las Drogas Otras; y además, edita y se presenta en vivo como Paul Higgs, porque la cantidad de canciones que se apila necesita una salida más rápida que la estructura organizada que ya tienen las bandas.
El primer lanzamiento bajo su nombre propio fue el EP de tres canciones Avestruces (2015). “Creo que me tendría que haber muerto después de grabarlo”, dice con total seriedad. “Porque es mi obra culmine. Está bastante certero en lo que quería hacer o transmitir. Lo que sea que sentía lo pase a canción, lo pude materializar de verdad. Es perverso, juguetón, sexual, y amoroso. Es todas las cosa que me gustan y dura muy poquito. Son tres canciones que lo dicen todo”.
Le siguió el EP Primavera (2015) que sigue la temática que le dio el nombre; dos discos editados en 2016 con canciones más viejas: Enamorarse (un álbum casi conceptual sobre el enamoramiento) y Gelatina. En mayo de este año, con apenas días de diferencia sacó Muchahontas, un disco con canciones encontradas en su computadora y Adivinanzas, grabado con su amigo, el músico Faba Sánchez.
Y por si fuera poco, planea editar dos más: Aguas de Menta, un disco conceptual basado en la historia de cuatro peluches que viajan hacia la Isla Libélula, un lugar idílico creado por Paul primero con la idea de hacer una obra de teatro o una película, y donde él era el rey; y Las canciones de Agustina, inspiradas en un enamoramiento que tuvo a los 16 años. Ah, y también irá editando canciones en formato single a medida que surjan. “Estoy más loco que una cabra pero está todo liso. Está todo en discos”, remarca.
Paul no planea parar ni lo va a hacer, porque editar discos es su mayor motivación. “Me pone muy feliz sacar discos. Me abstrae de alguna cosa que me hace mal, o simplemente me aumenta el pegue. Me encanta que lo escuche gente y que no sea una carpeta que está en un disco duro que solo enchufo para respaldar cosas cada dos años. Siempre siento que están muriendo en YouTube con 100 reproducciones, pero ya re era”.