Nicolás Molina: los Graffiti y una nueva etapa en su carrera

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Kristel Latecki

Entre Aguas Dulces y Castillos nació un artista que gracias a las vueltas de internet terminó tocando para una radio en Seattle, recorriendo festivales brasileños, y más recientemente, consiguiendo cinco nominaciones a los Premios Graffiti por su segundo disco: El folk de la frontera, en las categorías Mejor álbum indie, Mejor álbum pop y rock alternativo, Compositor, Solista y Álbum del año.

Molina y los Cósmicos, proyecto de Nicolás Molina, tuvo una insólita y merecida repercusión en el exterior, pero que a su entender, no tuvo tanta réplica en la capital de su país. Por eso, a la hora de presentarse a los Graffiti lo dudó. No se sentía parte de la industria y temía darse definitivamente de cara contra esa pared. Sin embargo, la respuesta fue totalmente lo opuesto a lo que esperaba.

Pero además de digerir esa sorpresa, Nicolás se encuentra en un momento particular de su carrera. El año pasado decidió ponerle un punto final a una etapa. Dejaría de tocar con la banda con la que empezó, y buscaría plasmar aquel sonido que deseaba y no estaba logrando. En eso se encuentra ahora. Con una nueva integración (que no está aún totalmente definida) compone canciones nuevas con aires de americana dark, versionará sus temas nuevos y se prepara para tocar en el Montevideo Sound City el 13 de agosto.

 

¿Por qué no pensabas presentarte a los premios?
Porque Molina y los Cósmicos no es un artista que fuese parte de la industria uruguaya. Nosotros venimos a tocar acá en Montevideo y es lo mismo que venga un artista de Argentina. Son tres, cuatro horas de viaje, y desde allá son cuatro horas viniendo a 100 km/h. Considerando todo lo que me venía pasando afuera: estar mencionado por portales, Billboard, MTV Brasil, tocar en la radio KEXP, en Uruguay no pasó mucho. Por eso no lo iba a presentar, porque pensaba que acá no iba a pasar nada. Y me presenté para terminar de darme cuenta que yo no pertenezco a esto. 

Y pasó lo contrario.
Fue totalmente inesperado. Entendía que quizás tenía alguna posibilidad de quedar en alguna categoría, pero no me lo esperaba ni a palos tantas nominaciones. Y aparte es uno de los pocos discos del interior. Son premios que el 95% de los nominados son de Montevideo.
Cuando me enteré de las nominaciones lo primero que hice fue volver a escuchar al disco, hacía como seis meses que no lo escuchaba, y me reencontré con las canciones y los momentos.  Aparte lo escuché en mi casa que fue el lugar donde más lo grabé. Ahora lo escucho y le haría un millón de modificaciones, pero por otro lado también me gusta. Tu quieres a ese trabajo que hiciste. Hay sentimientos encontrados.

Es un disco que además grabaste vos solo.
El desencanto en cierto sentido lo grabé más solo. Pero con El folk de la frontera en un momento me imaginé que iba a ser un disco súper de banda. Grabamos algunas cosas, pero todos estábamos en diferentes frecuencias. Por ejemplo Martín (guitarrista) justo estaba en un momento personal muy particular y hubo muchas primeras guitarras que las terminé haciendo yo. Hubo canciones como ¿Qué pasa con las balas que van al cielo? que terminé yo haciendo la batería eléctrica o la caja de ritmos o lo que sea. A los que más me aferré, los que más estuvieron en todo el disco fue Ripi (bajista), porque es mi amigo que siempre esta ahí­, y Emma (tecladista y coros).

¿La complicación de horarios entre los miembros te hizo replantearte el proyecto?
Sí­, pasó que presentamos el disco en La Trastienda, y si bien estuvo correcto lo que hicimos, a mí­ me hubiese gustado sonar diferente o presentarlo de otra forma. 

¿Como qué por ejemplo?
Es complicado, porque los chicos poní­an lo mejor de sí­, pero por ejemplo el baterista Nacho vive acá en Montevideo, está estudiando una carrera y solo los fines de semana quedaba libre. De repente Martí­n estaba más libre entre semana y los fines de semana no podí­a. No se podí­a hacer una agenda de ensayos lógica como para la presentación de un disco. Entonces sentí­ la necesidad de hacer un cambio sonoro y no querí­a que fuera desde el punto de vista de la ruptura, de sacar a alguien y poner a alguien. A nivel ético no iba ni ahí­. Entonces decidí­, y me pareció un buen momento, cerrar la etapa de Molina y los Cósmicos en julio del año pasado, y dejarme libre de ahí­ en más para que lo que viniera fuera nuevo. Fue un proceso, tardé mucho tiempo asimilar qué era lo que querí­a, y sobre todo porque son amigos.

¿Cómo lo encaraste con ellos?
Todos nos vení­amos dando cuenta que habí­a todo un tema logí­stico complicado. Por otro lado Emma ya me habí­a dicho que no querí­a seguir más en el proyecto por problemas personales y cosas. Fue natural. También tuvo mucho que ver el tema de que el año pasado me enteré que iba a ser padre, entonces quise cambiar muchas cosas en mi vida. Fue toda una sumatoria de cosas.
Yo intento ser noble con mi música, intento ser auténtico, ser sincero, y la verdad que no estábamos sonando como yo querí­a, como yo preferirí­a ver a una banda en vivo, y ta. Me pareció que era lo mejor cerrar ese ciclo de una buena manera, mas allá que con los Graffiti revivió. Siempre voy a tener que nombrar a Molina y los Cósmicos como parte. 

¿Dejaste de lado el nombre también?
Sí­, la forma de trabajo también, y con los chicos que vení­a tocando a no ser por Ripi. 

¿Vas a ser Nicolás Molina?
Yo hice un comunicado en Facebook, no porque fuera tipo La Trampa, más que nada para avisar que iba a estar subiendo contenidos en otra página. Pero tampoco salí­ a hacer prensa diciendo que se separaban Molina y los Cósmicos. Fue simplemente para avisar que no iba a seguir con eso y por si algún productor o algo se comunicaba para un toque viera que el proyecto no seguí­a más. Y después iba a tener tiempo y tranquilidad para armarme bien y no pensar en el nombre hasta darme cuenta bien cual es el producto final. 
A todo esto salió lo de Montevideo Sound City y me invitaron como solista, así­ que voy como Nicolás Molina. Pero puede ser Nicolás Molina, puede ser el nombre de una banda. Lo he pensado pero no me he roto la cabeza por eso. No lo he decidido. Lo que creo que voy a hacer es con la banda que estoy tocando ahora es grabar el disco o demos y ahí­ me voy a dar cuenta cuál es el nombre. Estoy tratando de romper las molduras de lo que venía haciendo o rescatando algunas cosas, tipo ¿Qué pasa con las balas que van al cielo? o Y.T.C En el Fin del Mundo­, las canciones más oscuras en cuanto a sonoridad. 

¿Es un proceso que entonces recién estás empezando?
Igual ya tengo las canciones casi escritas y hay algunas más que están por ahí. Hay una canción que se llama Los últimos hippies del verano, que está buenísima. Es esa sensación de que termina el verano, vas por la ruta y ves a la gente haciendo dedo, pero la canción es desde el punto de vista de la sátira. Hay otra sobre unos chiquilines bien de pueblo que se van a bailar al Chuy de noche. Hay una zamba argentina medio oscura, hay un vals. Estoy inventando cosas extrañas y nuevas. Está bueno tenerlo al Negro (José Nozar, baterista de Buenos Muchachos), y está entrando Pablo Gómez, que toca el teclado con Diego Presa y Retrovisor. Está el Ripi y estamos viendo si metemos a alguien más. Todavía no hemos ensayado nunca los cuatro. La idea con esta banda es que tengan más participación, trabajar más en equipo. También porque tanto el Negro como el Ripi escuchan lo que yo escucho. 

Antes tocabas con tus amigos y ahora con músicos, ¿sentís que eso era lo que necesitabas?
En realidad termino siendo un poco circunstancial. Con el Negro tocamos tres veces, yo como Molina y los Cósmicos y él en La Hermana Menor y Buenos Muchachos. Vení­amos hablando de un montón de cosas y paralelamente pensaba "qué bueno serí­a tocar en una banda con él". Y cuando pensé el cambio de la banda no pensé buscar algo mejor o algo más profesional, sino intentar encontrar personas que entendieran más el sonido que yo quiero. Tener al batero que me gustarí­a tener, el tecladista que me gustarí­a tener y el bajista que me gustaría tener.