Mariana Lucía: una artista con sensibilidad de mundo
Kristel Latecki
La voz de Mariana Lucía hipnotiza. Tiene esa inequivoca cadencia abrasilerada, que cuando canta se transforma en una melosa ondulación, pero que al hablar se atraviesa con la jerga montevideana y el resultado es igual de embelezante. En su cantar, en sus letras y en su conversación, Mariana demuestra es una tipa de mundo, de varios mundos. Del fado y del pop más radial, de Uruguay, Brasil y ahora Colombia. Porque este año la cantautora puso sus canciones en una valija y decidió mudarse a otro país donde la música se respira a diario, y presentarlas a nuevos oídos.
Esas canciones que conforman su cuarto disco, Mi corazón bombón, recibieron tres nominaciones a los Premios Graffiti: Mejor álbum de música popular y canción urbana, Mejor álbum de pop y Mejor solista femenina del año, tres categorías que no solo demuestran su rango sonoro, pero también destacan su habilidad para componer canciones pegadizas, de sensibilidad pop y con raíces en el cancionero uruguayo y brasileño.
Continuando el especial de los Premios Graffiti, cuya ceremonia principal será el 9 de agosto, Mariana cuenta cómo la recibió este nuevo país, cómo pegaron sus canciones allí y su regreso a los escenarios montevideanos.
Después de editar el disco y tocar bastante acá en Montevideo, decidiste irte a Colombia. ¿Qué te motivó a tomar esa decisión?
La pareja y ganas de aventurarnos. Amo el Uruguay pero hace un par de años, desde que empecé a ir a Buenos Aires, sentía que la calma de nuestro país me estaba “tragando” un poco. O sea, que ya no lo vivía como calma sino como algo más "down". Así que se dió la oportunidad de aventurarme y la aproveché.
Has vivido mucho tiempo en otras ciudades. ¿Cómo vivís el desarraigo? ¿Cómo cambió tu vida allá?
Mirá, cuándo llegué a Colombia sentí una mezcla de cosas, lindas y feas. Respecto al desarraigo sentí un "tironcito", algo así como una herida que pica porque está terminando de cicatrizar y lo asocié, entre otras posibles razones, a la vivencia de cuando mi familia volvió desde Brasil al Uruguay después del exilio. Muchos de mi generación, hijos de exiliados por la dictadura, e incluso capaz nuestra cultura rioplatense de hijos y nietos de inmigrantes, portamos, más menos, esa data pesada y nostálgica que se actualiza en las despedidas.
Al llegar, ¿cómo viste a la escena musical colombiana? ¿Te fue fácil o difícil meterte y conseguir shows?
La música colombiana, como dicen acá, ¡es una chimba! La diversidad cultural es inabarcable. Sólo para ejemplificar, no porque lo tenga “controlado”, tenés champeta, currulao, raspa, ballenato, cumbia, salsa de Calí. ¡Tienen muuuucho swing!
Ahora, en lo que refiere a la tradición cancionista, hay un universo con más énfasis en la palabra, y por lo que he compartido con colegas, todavía no hay una identidad muy definida. No tienen tantos referentes como nosotros allá. De hecho, admiran mucho a Cabrera y Jorge Drexler por ejemplo. Lo que he percibido son cantautores más identificados con un discurso plan “nueva trova” cubana y otros más plan Fito Paéz o Cerati. ¿Me explico? Es una percepción nomás.
No fue difícil integrarme a la escena musical porque tenía buenos contactos y también, por lo que mencionaba, hay sed y también un espíritu de ayuda mutua en el mundo “cantautoril” por decirlo de algún modo. No me identifico mucho con la palabra cantautor pero lo cierto es que al tocar sola con la guitarrita es la categoría que más se adecúa. Los músicos colombianos que he conocido han sido muy generosos, compartiendo contactos, invitándome a tocar, etc. Y se nota que la onda es así entre ellos. Hay menos “amigocracia” que allá creo.
Es un país que tiene una enorme riqueza musical, ¿has explorado en ese terreno? Ya que tu música es muy globalizada, ¿sentís que es algo que se podría permear en tu composición?
Ojalá pueda permear mi obra. Hace poco aprendí mínimamente un arpegio de cumbia e hice una canción que voy a grabar con Los Yoryis, una banda de acá que hace una fusión de ritmos folclóricos con una sonoridad más psicodélica y rocker. Usan distorsión y exploran por ese lado. Es muy interesante. Creo que la música colombiana tiene mucho para innovar y crecer. En charlas con colegas, me han dicho que las bandas jóvenes empezaron a darle valor al folclore. Antes se miraba más a las bandas de rock argentino.
Me contaste que L14 la pegó allá, ¿qué pasó con esa canción? ¿Sentís que conquistó por el lado del feminismo?
Sí, creo por el contenido feminista y también porque es raro escuchar una cancionista con un tono más agresivo. Está más asociado la rock. Además, acá las discusiones sociales, en general y concretamente sobre equidad de género, están más verdes a nivel de opinión pública. Creo es una sociedad más machista aún y se nota la represión de la Iglesia católica en general.
A "Mi corazón bombón lo has caracterizado de dramático, muy pop, con canciones cortas y al pié, y combate un poco los clichés del romanticismo. ¿Cómo lo ves ahora? ¿Qué sentís que te quedó de este disco y te gustaría continuar?
Sigo tocando las canciones de ese disco pero en un formato más chiquito y ahí el espíritu lo tengo que custodiar apoyándome en el texto e interpretación, no tanto en la banda. Es interesante porque las canciones adquieren otro matiz. No me doy cuenta qué me queda de ese disco y tampoco sé qué quiero continuar. Es muy intuitiva mi forma de componer. A veces creo que me repito y que todas las canciones son un continuum (me gusta decirlo en inglés porque suena más largo) indistinto y otras tengo la sensación opuesta como que no podría juntar algunas nuevas composiciones por lo diferente que son.
¿Estás componiendo canciones nuevas?
Sí, ando en ese intento de intentar crear canciones nuevas. Veremos qué sale. Tendré la oportunidad de presentarlas allá el miércoles 6 de setiembre en “Autores en su Casa”, un ciclo de Agadu. Será un repertorio sin afán de coherencia; una mezcla de canciones mías viejas, otras inéditas y alguna que otra versión de canciones de otros. Habrá fado, samba brasileño, cumbia y marcha camión, por ejemplo. Ojo, en un modo intimista, característica del ciclo, enmarcado en la canción como género.
¿Cómo recibiste la noticia de las nominaciones a los Graffiti?
La recibí con grata sorpresa. Confieso que suponía que para algo me iban a nominar, pero nunca pensé tres categorías. Está bueno.