Helen "zen" Olhausen
Ismael Viñoly
Una luz entra de forma oblicua atravesando el vidrio de la ventana mientras las plantas están quietas. El sol es cálido una mañana de otoño y el sonido avanza en forma de música. Lo que suena es Romperse (2020), el nuevo disco de la uruguaya Helen Olhausen. La simplicidad de la escena podría ser una primera imagen para describir el ambiente intimista y doméstico que asoma de un fino universo hecho de guitarras reverberantes, armonías vocales y percusiones electrónicas mínimas. Elementos que condensan una calma extraña que parece un oasis dentro de las agitadas y –por momentos– confusas aguas de la música contemporánea.
La compositora, cantante y productora grabó su disco debut entre el 2019 y el 2020, entre Bella Vista y Montevideo. Editado gracias al apoyo de FONAM, presenta a una artista con un trabajo vocal preocupado no solo por un canto afinado, sino por introducir ideas y colores en la producción de sus voces, caracterizadas por fijar melodías y variarlas mediante pequeñas aceleraciones y desaceleraciones. Como cuando canta “tus ojos llorosos y tu amanecer” en Raíz, canción que parece componerse a sí misma durante su transcurso y que se consolida hacia el final para desembocar en Agua, que emerge como un buque de las profundidades de un mar que aún no terminaba de completarse. Esta es una de las grandes líneas que vertebran sus composiciones: una música para ir de momento a momento, de compás a compás, contemplando sus sutiles cambios de forma.
En Romperse no hay pirotecnia. No hay grandes maniobras, pero tampoco equilibrismo: es un disco sobrio de 35 minutos marcado por letras abstractas e introspectivas. Como cuando canta en Agua “los retazos de una mirada”, versos que presentan cierta fragmentación, ocultan más de lo que dicen y operan en base a metonimias. Hechas de partes que simbolizan un todo lleno de misterio, que rebota y conforma un eco distinto en cada uno de nosotros. Por otra parte, en la lírica de Olhausen aparecen retazos de relaciones humanas veladas por los enigmas que su modo de cantar presenta como en Laberinto (“Ayer me dijiste / ya no quiero caminar sola por acá”). Por momentos lo etéreo abandona su forma y se encarna en Trazos de un erotismo poético (“Tus besos perfuman / los rincones de mi cordura / trepan por mi espalda / como un río de miel / Desnudan las comisuras / de mi armadura / hasta por mi pecho caer”).
Desde la producción, Olhausen compone canciones minimalistas cercanas al silencio. Con pocos elementos construye un sistema musical sólido que se mueve con fluidez de canción a canción. Esta escasez oscila en un péndulo que va de la calma hacia una tensión que nunca llega a estallar. Aparecen sonoridades que la conectan con el trip hop de Portishead y también, con en En mí, muros de guitarras que parecen salidos de los británicos The XX. Por otra parte, en Piel, al igual que en otros temas, se oyen melodías en reversa que recuerdan a Beach House y a otra uruguaya: a la Estela Magnone del disco Siestas de mar de fondo (Bizarro, 2019), que en una entrevista en UNIradio planteamos que suena como un Dream Pop a la uruguaya. Helen, en cierto sentido, también podría ser continuista del lado más onírico y reverberado de las canciones vernáculas.
En Mente zen, mente de principiante de Shunryu Suzuki, se establecen algunas bases del Zen y de la meditación. Al meditar, nuestra mente se adapta al ritmo de nuestra respiración mientras la contemplamos. Al inhalar, el aire penetra en el mundo interior y al exhalar, el aire sale al mundo exterior. Ambos mundos son ilimitados. Por algún sentido, esta idea se parece a lo que se pone en escena en el videoclip de Hoy. Donde su protagonista, una ventana con una cortina blanca, deja entrar y salir el aire, casi como si fuese una respiración, que contemplamos desde en el interior de un dormitorio que no vemos.
Helen Olhausen parece generar una música Zen que respira y medita hacia planos interiores de límites desconocidos y en un mundo que nos invita a representarnos hacia el afuera. Su música contiene esta rara virtud: la de mirar hacia adentro.