Embrujo digital: lo nuevo de Lila Tirando a Violeta
Ismael Viñoly
Fragmentos de futuros, caleidoscopios de sonidos metálicos, respiraciones y ensoñaciones de bio máquinas y ritmos más o menos intensos. Eso y más es lo que propone Desire Path, el nuevo álbum de Lila Tirando a Violeta, en donde una tecnodiversidad de géneros y ambivalencias son llevadas por los turbulentos caminos del deseo.
Lila Tirando a Violeta lleva años editando material. Su nombre se ubicó primero a través de internet en el extranjero y en Uruguay, donde si bien es conocida en el underground, fue como la mitad del dúo A.M.I.G.A cuando ganó mayor notoriedad dentro de un nuevo sonido de pop local. Sin embargo, en Desire Path se aprecia poco de su costado más popero y sus andanzas más experimentales ganan vigor. Se trata de un álbum en donde la forma angular y directa de cada una de las canciones hace que sea una experiencia inmersiva y con swing. Se retiran el four-on-the-floor e ingresan ritmos y arreglos impronosticables, lo que hace que en sus tracks se abra un espectro para la circulación de materiales sonoros raros y ritmos alternativos.
Al darle play nos sumergimos en aguas oscuras donde flotan vestigios de la productora Laurel Halo y del nuevo retro: el vaporwave, género del que Lila fue precursora en Uruguay. El álbum abre con Cuerpo que Flota, colaboración con Nicola Cruz –nombre fuerte de la escena latinoamericana–, y presenta muy bien el tono del disco. Globalmente oscuro, críptico en lo vocal, sofisticado en la producción y muy bailable. Es esta línea Desire Path es un registro groovero que continúa con Whirlwinds, que presenta un beat análogo a producciones de Fatima Al Qadiri para Fade To Mind, sello referencial en materia de músicas urbanas disruptivas. Para ahondar en su sonido sugiero este set del Boiler Room que presenta algunas gemas de FTM junto al sello Night Slugs.
Flores del Mal quiebra la trama baile para entrar en especulaciones y sonidos orientales. Caminos del Deseo tiene algo de samba y continúa con misteriosos ribetes arabescos, que no suenan a turismo musical sino que entran muy bien en la genética del álbum. Al igual que los tambores tribales de Aplaudir el Desastre, que presenta arreglos musicales muy abstractos, como bolas de tungsteno arrojadizas. Como si Lila fuese el personaje de un videojuego de lucha, que practica un ocultismo digital y tira bombas en un club deconstruido, idea y ambiente que también late en Aguas Violentas. Este es un punto alto, cuyos arreglos acuáticos y superficies ambientales recuerdan a uno de los popes del mundo musical más mutante: Aphex Twin.
Editado por NAAFI, sello mexicano referencial para encontrar nuevos sonidos electrónicos latinoamericanos, divergentes e híbridos, Desire Path no solo pone en juego ritmos latinos nuevos, sino que además presenta una auténtica conversación global. En su grilla hay desde un productor franco-ecuatoriano como Nicola Cruz, un dúo de Perú (Dengue Dengue Dengue), sonidos de Montreal (Sayveeyun); también los hay de España (Merca BAE) y neoyorquinos (PRJCTN). Solo tres tracks en el disco están firmados exclusivamente por la artista, lo que me gusta mucho. Lila es una artista gestora, en el mejor de los sentidos, pues gestiona a un conjunto de voces que aportan visiones locales a un disco con perspectivas globales.
En 1975 el psicólogo Mihály Csíkszentmihályi, introdujo el concepto de flow state, un estado mental enfocado, de altísima concentración, donde la persona está tan inmersa en la actividad que practica que se abstrae del mundo. Al escuchar Desire Path por momentos experimenté eso. Hiperfoco en la trama de sus tambores cuando lo escuchaba en mis auriculares (dispositivo ideal para la escucha del disco), y por otra parte, la sensación de estar en contacto directo con las melodías y sonidos de una artista que renace en este álbum. Y que presenta aquí uno de sus registros más oscuramente luminosos.