Tecnoperreo: una noche en Club Cyborg
Ismael Viñoly
Club Cyborg presenta un nuevo concepto de fiestas donde lo latino, lo tecno, lo queer y el sudor se hibridan con nuevas tendencias musicales. PiiiLA estuvo allí para perrear y contarte qué pasa en una de las pistas más calientes de la noche montevideana.
Los clubes o discotecas son espacios donde la gente baila, socializa, consume y busca entretenerse. Club Cyborg, a diferencia de otras discotecas, no tiene un lugar físico. Está desvinculado de él y puede llevar sus elementos distintivos (su música, su público y su ambiente) de lugar a lugar, comunicando sus fechas en sus redes sociales. Para saber dónde y cuándo será la próxima fecha, basta con seguirlos en sus redes, lo que hace que la propuesta sea abierta. Es decir, para TODXS –como se lee en su Instagram– aquellos que se atrevan a vivir nuevas sensaciones y formas de perrear.
En la genética del club se aprecia la herencia de fiestas como Jadeo, Fiesta Rara y las Salviatek. Si bien todas comparten un mismo genoma, en este caso lo cibertecnológico tiene mayor protagonismo. En palabras del DJ Ojos Finos, uno de los creadores de la fiesta: “el concepto va por cómo nos atraviesa la tecnología hoy en día. Lo veo como una forma de prepararnos para el futuro, donde su rol será cada vez más importante”. De acuerdo a la definición de Manfred E. Clynes y Nathan S. Kline, un cyborg “es una criatura compuesta de elementos orgánicos y dispositivos cibernéticos puestos con la intención de mejorar las capacidades de la parte orgánica mediante el uso de tecnología”. Frente al cambio tecnológico y el “el shock del futuro” que pueden generar las nuevas tecnologías, Cyborg apuesta a una adaptación latinoamericana en clave montevideana. Para “formar una escena y sacarla del underground y de los lugares pequeños”.
Las fechas son autogestionadas, y en esa última oportunidad Vector, Camila Sena, DJ LVZY y Ojos Finos fueron los organizadores, con estos dos últimos estrictamente en producción. La fiesta ha tenido un crecimiento interesante si nos remontamos a sus orígenes, que de alguna forma surgen en el 2018 con las fiestas Jadeo en Barra 7. “Al principio si éramos 80 eran mucho. Teníamos un promedio de 50 personas. Hoy en día llegamos a más de 400”, dice Ojos Finos. Club Cyborg Vol 2 se financió además de con los tickets, con la barra para aumentar las defensas financieras de un cyborg en desarrollo que aspira a juntar fondos para traer DJs del exterior y generar intercambios con artistas latinoamericanos.
La Propia, una de las DJs del line up, comenta sobre el ambiente: “Me gusta que la gente esté cómoda, esté libre y no esté en modo acoso. Sino que vaya a gozarse”. Generar un ambiente libre de acoso es una de las políticas de la casa. Esto busca evitar que la pista se transforme en un lugar dónde se le falte el respeto a los cuerpos por su identidad sexual, su modo de vestir y su género. Si bien hay reglas, esto no hace que las interacciones se vuelvan acartonadas y mirando la pista se puede ver lo que dijo Pobvio sobre los bailarines: “Se entregan al baile, agitan abundante y lo dan todo, con tremenda energía”.
Además, un ambiente libre de acoso habilita a nuevas prácticas y a una mayor creatividad en la vestimenta. Club Cyborg no es una fiesta de camisa a cuadro, brushing y Polo Blue, por el contrario, es una fiesta con una mezcla extraña de gente montada y relajada. Andrés (28 años), uno de sus asistentes, cuenta: “El estilo cambia año a año. Este año tiende a ser más deportivo, como ropa de casa tuneada para salir”. Los participantes de la fiesta toman la autogestión en sus maneras de estilizar la ropa, donde difícilmente se vean básicos. Se ve mucho second hand y ropa intervenida, pues muchos de sus asistentes pertenecen al mundo de la moda y al sector creativo.
Pero si de “montadxs” hablamos, dejemos lugar para House of Polenta: difusores de la cultura ballroom y el vogue local, y representantes de una cultura queer emergente. Alternándose entre los DJ, las hosts de la fiesta, Mixtura y MarizaRegia, realizaron performances con trajes de cyborgs donde mezclaban líquidos viscosos y verdes fluorescentes, y que luego bajaban de la tarima del club para cyborg voguear con los asistentes.
Club Cyborg funciona como una experiencia de club inmersiva. El recinto de la calle Uruguay estaba decorado con fluorescencias verdes y violetas; y en esta edición las visuales estuvieron a cargo del Exceso Colectivo. Un colectivo de videoartistas que buscó presentar los colores, sensaciones, texturas e imágenes que reflejen la identidad visual de cada DJ. Sus imágenes son concebidas como un auténtico laboratorio audiovisual, experimentando en base a distintas tecnologías en cada nueva fiesta. Para el volúmen 2 realizaron un proceso llamado fotogrametría, a través del cual los bustos de les DJs fueron modelados tridimensionalmente. Estos bustos fueron proyectados en una gran pantalla led, los que les daba el aspecto de “estar filtradas por una consola de videojuegos”.
Pista frenética, suave y caliente
Esta segunda edición fue el Techsonic Club (Uruguay 960), con un line up compuesto por La Propia, Pobvio, Rasenk, VECTXR y Lechuga Zafiro. La fiesta abrió con VECTXR, con una pista relajada con poca gente, que aún estaba llegando, sin embargo, por momentos estaba a cien tirando techno funk brasileño. Después de los aplausos, Rasenk tomó las bandejas y bajó los BPMs. En la pista se ven cada vez más asistentes, que entran producidos con brillos en la cara, ropa cómoda y deportiva.
La Propia arranca fuerte y al medio con un hit SOLTERO, de LOSDELAPIÑA Feat. Young F. & JL Topo. En su set hay dancehall y aparecen clásicos, como una extraña versión de Aserejé de Las Ketchup. Temas como Fandango, de LOSDELAPIÑA, Daner Dan Dan & Ketlino suenan en su set. “Últimamente hay muchas fiestas donde toda la noche el BPM está súper alto y me encanta, pero también por momentos me cansa”, explica la DJ. “Para este set busqué BPM bajos. Canciones frescas y veraniegas. Traje mucha champeta, dancehall, música colombiana y caribeña. Es algo nuevo para mí porque estuve a 100 BPMs, un ritmo lento para mí. Quería darles bailecito y no baile frenético”.
Frenetismo es precisamente un buen punto de partida para describir la propuesta de Lechuga Zafiro, quien a las 3 de la mañana se apronta para ingresar a las bandejas. Horas antes me confiesa que estaba un poco nervioso, porque no tocaba en Montevideo desde agosto del año pasado y en esta oportunidad iba a probar nuevas producciones. Lo que escucho suena agresivo, impredecible y metálico. Hay reminiscencias del sello Principe Discos y techno oscuro. Lo que se conecta mucho con lo que me comentó Mariana (29 años), una de las asistentes de la fiesta, señaló: “Me gusta mucho que a veces pasan Arca, Bad Gyal, y al final de la noche te meten un poco de electrónica más dura para romperla”.
Lechuga Zafiro escenifica muy bien la idea de un cyborg musical, que en su forma adopta el ADN de folklore afro uruguayo y que crea, como mencionó en esta entrevista, verdaderos “acertijos sonoros”.
La fiesta la cierra Pobvio con reggaeton más o menos clásico con efectos especiales. Temas como Rauw Alejandro - Cúrame (Nick León Club Mix), Just Dance (JLZ Remix) y Tu Cuerpo suenan en un set de uno de los DJs y productores que más crecimiento ha tenido en el último tiempo, participando en producciones de Pekeño 77 y mezclando en vivo en algunos shows de L-Gante.
Pobvio comentó que en su set buscó hacer “un recorrido por mis géneros de música de baile favoritos, mezclados con canciones que nos gustan a todos de varias épocas. Buscando conectarnos a través de las emociones que nos produce el sonido en el cuerpo y el alma”. Esto se conecta con un componente “afectivo” que se reitera en varios de los remixes, algo así como una “nueva nostalgia”, pero una distinta a la de los oldies del binomio Rupenian/Lecueder. Hay mucha música que la generación que ronda los 30 años escuchó de adolescentes: Jennifer Lopez, Don Omar y Daddy Yankee. Mariana, en esta línea me confiesa que la música “le hace acordar a su adolescencia”.
A mí también. Adivinar samples vocales que escuché de pequeño y reescucharlos en las formas ilimitadas que la cultura del remix genera, fue algo que me divirtió y mucho. Esta es otra de las constantes en las canciones que los distintos DJs pasaron: aparecen clásicos del pop o de la cumbia, pero mezclados con ritmos latinos de vanguardia. Se nota que muchos de los productores de pista toman “isolated tracks” (por ejemplo, las pistas de voces aisladas de sus canciones) y las mezclan con nuevas bases. Una fórmula simple y efectiva, pero que aún genera resultados extraños preservando la humanidad de la voz y llevándola a confines extremos. Por otra parte, algunos momentos musicales de la fiesta, sobre todo los momentos casi de trance me recordaron a la playlist del videojuego Dance Dance Revolution, que causó furor en el cruce de milenios.
Club Cyborg es una fiesta a la que hay que ir. Una fiesta que en base a sudor mezclado con códigos binarios está modificando de forma independiente y autogestionada la genética de la vida nocturna montevideana. Una fiesta que se aleja de la hegemonía del pub y de las cervecerías y que propone un diálogo con algunos de los ritmos más calientes del panorama electrónico latinoamericano.