Patti Smith en Montevideo: en presencia de un ícono
Kristel Latecki
“Patti Smith se presentó en el Teatro de Verano”. Esa frase incluso después de sucedido el hecho suena tan irreal como lo fue recibir la noticia de su llegada por primera vez a Montevideo.
Porque para muchos –los miles que colmaron el Teatro y otros tantos que vieron el show desde las canteras– es inconmensurable lo que representa como artista, como poeta, como activista y como mujer creadora de himnos e hitos en la historia cultural.
Ella es historia viva. Lleva sobre sus hombros el peso y la importancia de un movimiento que lo cambió todo, y cuyas ramificaciones se extienden lejos en el futuro. Su mera presencia en la Sala de Acuerdos de la Intendencia de Montevideo activó una energía irrefrenable. Flashes, aplausos, lágrimas se sucedieron con rapidez a lo largo de un discurso corto pero más que elocuente, seguido de una hermosa interpretación de Wing a capella, para todos y especialmente dedicada a su hija.
Ella es punk. Porque el punk es libertad. Es decir, es enfrentarse, es “ser controversial”, como dijo tras ser declarada Visitante Ilustre. Porque mantiene la rebeldía al decir la verdad, y al mismo tiempo la entereza al pedir que se escuche no a ella sino a los jóvenes, los actuales impulsores del cambio.
Ella es poesía. No solo por su maravillosa obra harto conocida, sea en música como en literatura, sino porque la vive y la respira. Hasta la más simple de sus oraciones se compone de una combinación de palabras exquisita e inspiradora; y para callar una interrupción dijo con soltura y gracia: “¿Sabés qué? Escribime una carta”.
Ella es sabiduría. Porque cada vez que tiene un micrófono delante nos dice cosas a través de sus canciones. Y si no son lo suficientemente claras, las dice en prosa: somos libres. Velemos por el medio ambiente. Luchemos contra la extrema derecha. Usemos nuestra voz. Usemos. Nuestra. Voz.
Comunicó todo esto acompañado de un setlist justo, donde incluso los covers fueron elegidos sin ninguna casualidad. Con canciones dedicadas especialmente a “las chicas” –Redondo Beach–, a los desaparecidos –Beneath the Southern Cross– y por supuesto a su marido, el fallecido músico Fred “Sonic” Smith –la inmejorable Because the Night–. Mientras que Lenny Kaye le dedicó al “cannabis” su medley de I’m Free y Walk on the Wild Side. Escuchamos también Dancing Barefoot, Ghost Dance, Free Money, una desgarradora versión de After The Gold Rush a piano y voz. Y por supuesto, el elevado cierre con Gloria: In Excelsis Deo y People Have The Power, para irnos exorcisados, energéticos y esperanzados.
Porque principalmente y más demostrado que nunca, ella es esperanza. Porque lo ha visto todo y se mantiene con la misma entereza, la misma sonrisa cálida y cautivante. Y sigue estando aquí, sobre otro escenario, dejándolo todo hasta el cansancio, cumpliendo su inmutable deber de recordarnos una vez más que somos nosotros los que tenemos el poder. Y que en conciencia lo tenemos que emplear.
Pasan las horas y los días, y aunque la experiencia sigue siendo irreal, las palabras de Patti Smith se sienten bien tangibles. Y seguirán reverberando, hasta meterse definitivamente en lo más profundo del alma.