Gorillaz y un espectáculo que late gracias a la combinación de sus dispares partes

 
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Fotos: Gerson Tonatiuh

Fotos: Gerson Tonatiuh

Kristel Latecki

En la mañana de hoy todas las redes sociales están inundadas de una sola cosa: videos, fotos y comentarios del primer show que dejó Gorillaz en Montevideo. Y no es sorpresa, no solo por la cantidad de personas y celulares que había ayer en el Velódromo, sino por el monumental espectáculo que dejó anoche. 

La presencia de un proyecto como el de Gorillaz causa eso: tiene el liderazgo, el carisma y el peso creativo de Damon Albarn, nombre que ya es sello de calidad; los hits para conquistar a las masas y la mezcla sincrética de géneros que crea una identidad móvil; las voces conocidas de invitados; y por supuesto, una narrativa basada en cuatro personajes virtuales que hicieron de esta banda algo único en la música popular.  

Y su primera llegada al país superó toda expectativa. Sobre un alto escenario que permitió una excelente visual, Damon estuvo acompañado por doce músicos en escena (¡seis coristas!) y una colosa lista de invitados que lograron mantener la fidelidad de las grabaciones en estudio y la energía en alto. La lluvia que comenzó casi en el instante que la banda puso el pie sobre el escenario, solo resultó como un condimento más para sumar a la emoción de los fanáticos. Siempre tiene un simbolismo épico atravesar un concierto mientras gotas golpean la cabeza y cubren los lentes, y esta vez no fue la excepción.

La pantalla gigante que permitió que se hicieran presentes los miembros virtuales de la banda fue un protagonista más y sirvió como médium para invocar a los artistas invitados que no pudieron formar parte de la gira. Pero fue no uno que acaparara la atención, como podría haberse esperado. Entre animaciones originales y los ya conocidos videos, el arte de Jamie Hewlett acompañó a la música y su atmósfera desde su lugar, y se ganó muchas de las ovaciones cuando 2-D, Murdoc o Noodle se hacían visibles.

Durante casi dos horas recorrieron el repertorio que vienen creando desde 2001, desde su comienzo con M1A1 de su primer disco homónimo y pasando por imperdibles de Demon Dayz y Plastic Beach, aunque se concentraron en el reciente y apocalíptico Humanz. 

Y más allá de los hits que se repartieron durante el show, fueron los invitados los que lograron muchos de los puntos más altos. Los legendarios De La Soul se hicieron presentes para llevarse al público en el bolsillo con sus interpretaciones de Superfast Jellyfish y Feel Good Inc., haciendo que fuera imposible mantenerse quieto. Jehnny Beth, cantante de Savages, sorprendió con una salida al escenario hablando en un español casi perfecto, felicitándonos por enfrentar la lluvia con valentía, y nos dejó el momento más épico de Humanz: We Got the Power. Otra de las sorpresas fue Peven Everett, cuyo talento vocal ya se podía vislumbrar en Strobelite, pero que dejó al público de bocas abiertas con su participación en Stylo. Esta es una voz que habrá que seguir de cerca. Y Zebra Katz, figura del queer rap, hizo suyo el escenario junto a Jaime Principle en Sex Murder Party, y volvió para acompañar a Kilo Kish (que apareció desde la pantalla) para el tema Out of Body

Albarn, la cabeza de todo esto, fue un excelente maestro de ceremonias. Uno que entiende el juego en equipo y que presta el foco para que otros se luzcan. Porque después de todo, Gorillaz es una banda de rock combinada con un coro de soul, raperos energéticos y otras voces únicas de diferentes ámbitos de la música. Debajo de ellos late un corazón al ritmo del 909 y son regidos por una mente que busca y se preocupa por el futuro.

Al verlos en vivo queda aún más en evidencia que son una suma de partes aleatorias pero no caprichosas. Que la unión de estos humanos que entran y salen del escenario consigue un Frankenstein tanto dispar como perfecto. Y son la sucesión de esos pequeños momentos hacen que Gorillaz tenga la relevancia que tiene, y los que dejan un espectáculo para el recuerdo.

 

Más Primavera 0

Para acompañar a Gorillaz, se eligió muy adecuadamente a Atlas y Juana Molina, que desde sus lugares diferentes de la música aportaron lo suyo y prepararon el terreno para lo que iba a venir después.

La banda de pop electrónico liderada por Martín Rivero repasó su EP debut (del cual el tema Move On es el hit indiscutido) y adelantó canciones nuevas que formarán parte de su próximo lanzamiento. Abrir un escenario para un público que todavía estaba llegando no es fácil, pero los Atlas lograron hacer bailar a los presentes.

Le siguió la mágica Juana Molina, cuya última llegada a Montevideo había sido en La Trastienda, así que verla en formato festival fue un bienvenido cambio. Con su repertorio más vivaz recorrió su excelente y más reciente disco Halo, con canciones como Cosoco y Paraguaya, pero no pudo faltar el catártico Un Día. Acompañada por Odín Schwartz y Diego López de Arcaute, Juana ofreció la complejidad de sus polirritmos, que a la vez son tan fáciles de bailar.