Equilibrio de a tres. Una conversación con El Astillero
Kristel Latecki
Lo que en principio fue una excusa para juntarse a tocar, compartir canciones y experiencias, al poco tiempo se transformó en un verdadero trío musical; uno que se propuso compartir las tareas compositivas y líricas hasta que los límites entre las ideas de uno y otro se desdibujaran y crearan una voz única.
Con su segundo disco -el primero con composiciones firmadas por del trío-, El Astillero logró su cometido, y creó un conjunto de canciones que reúnen inquietudes, opiniones y sensaciones que intercambiaron durante largas horas de charla. Pero que también representan la superación de ansiedades y desafíos propios y compartidos.
Antes de la presentación oficial de Cruzar la noche en La Trastienda, hablamos sobre todo esto con Diego Presa, Garo Arakelian y Gonzalo Deniz, en una extensa charla de bar.
Luego de su primer disco de versiones llegó el turno de abrirse y comenzar a compartir el trabajo de composición, en algunos casos por primera vez. ¿Cómo fue ese ejercicio?
Gonzalo Deniz: Creo que fue uno de los mayores desafíos de esta etapa de El Astillero. Porque requería de mucha confianza en nosotros y justamente, entregar algo incompleto o mostrar cosas que capaz que no nos convencían del todo. En lo personal eso me cuesta mucho, pero para que detrás de las canciones estuviéramos los tres -que estuviese la identidad de El Astillero-, desde el primer impulso teníamos que empezar a trabajar juntos.
Si bien el proceso fue bien desordenado y no hubo un método para componer, sí en las canciones terminadas encontramos que hay cosas de los tres en cada una, con una importancia en el arreglo. El arreglo de la canción es tan importante como la melodía, como la letra. Al menos ese es mi punto de vista. En este proceso cobró una importancia muy grande.
Capaz que eso en el primer disco era evidente porque se trató de versiones de canciones que ya conocíamos. Pero también, escuchando este disco se nota ese cuidado en el arreglo. Hay detalles y vueltas que se lucen y que me imagino tomaron trabajo y tiempo.
Garo Arakelian: Sí. Viste que hay un concepto que dicta que forma y contenido son cosas que están disociadas. En general se le enseña a la gente que están disociadas y si están conectadas es por una intención. Por ejemplo, en los Sex Pistols forma y contenido tenés que descubrir cuál es cuál. Y eso es algo que también pasa en el mundo de las versiones: se trabaja mucho en lo formal y el contenido crea prácticamente atomizado a niveles imperceptibles.
Acá creo que parte de lo que se refiere Gonzalo es que el valor que le dimos a lo formal termina siendo parte del interior de la canción. Está incluso diseñada por los aspectos que se reconocen como los externos, los formales: la cáscara o el envoltorio. Trabajamos muchísimo en eso, con la confianza de que había muchísimo para decir en la melodía, con las voces, con las letras, con la poesía.
Diego Presa: Tiene que ver con que es un trío de autores intérpretes. Y creo que lo que buscamos también de alguna forma fue jerarquizar ambos aspectos de nuestros roles dentro del trío. Y eso que decía Gonzalo de la confianza; creo que de alguna manera el terreno se abonó en esos primeros ensayos, las primeras juntadas, donde enseguida hubo una conexión y justamente un terreno fértil para que ese siguiente paso fuera componer juntos. Nos dimos cuenta muy tempranamente que podía haber una puerta abierta para eso.
GA: Personalmente lo viví como una oportunidad. ¿Cuándo en tu vida vas a presentar una idea para una canción y quedarte medianamente tranquilo de que va a transcurrir dignamente? O una parte, o un arreglo, o una letra sin música. También fue una oportunidad que tiene un aspecto difícil, que es el de compartir la interioridad, la intimidad y todo eso. Pero fue la oportunidad al menos para mí, de en lugar de resolver todo como siempre, encontrar un terreno donde poner una parte y no el todo.
GD: Y también hay una responsabilidad. Los otros dos integrantes presentan una idea y vos decís “bueno, ahora yo tengo que ser mejor de lo que soy habitualmente para completar esto”. (Risas)
GA: Hablamos mucho también. Tuvimos mucha conversación que no era chuco. Porque está el gran peligro de perderte en disertaciones artísticas. Hablamos mucho de cosas conceptuales, sobre figuras simbólicas. De cómo poder trabajar o decir elípticamente muchas cosas que no queríamos decir de manera directa. Todas las canciones las empezamos a parar en esas charlas. ¿No?
GD: Sí, tuvo diferentes instancias. Pero sobre todo durante un par de semanas de enero de 2018 y sobre todo en la casa de Garo, nos dimos cuenta que el disco había avanzado un montón. Si a todos los demás aspectos del proceso le sacás esas dos semanas le faltaría el esqueleto.
GA: Sí, nos emocionamos ahí. Vimos las partes por primera vez juntas. Porque lo que teníamos era básicamente lo mismo, pero solamente el hecho de verlas juntas le dio una vida, lo vimos como un ente. Lo vimos como un probable disco. Todo lo demás eran canciones.
GD: Fue como el eureka.
¿Sienten que desde sus diferentes perfiles y posturas se complementan como trío?
GA: No sé si tenemos la misma opinión, pero yo creo que no se trata de cosas que no tienen los demás. Uno no tiene cosas que tiene el otro y no espera ocupar sus propios vacíos. Creo que son formas diferentes de ver. Los tres aportamos lo mismo desde diferentes lugares y de diferentes maneras. Con diferentes propuestas o soluciones para un intríngulis poético, suponete. Más allá de las ideas que trae cada uno, que eso sí viene de un lado concreto que es el alma y el corazón. Yo lo siento así.
DP: Sí, creo que hay cosas que pueden ser definibles, y después hay un montón de cosas intangibles. Más allá del bagaje que trae cada uno, también es la entidad de la que hablábamos antes.
GA: Son dinámicas que son empíricas. Fuimos descubriendo cómo resolver nuestros propios conflictos. Porque por un lado hay cosas que son re brillantes desde el punto de vista energético, re luminosas. Pero después toca enfrentarte a un terreno oscuro: que las cosas no se resuelvan de la manera que vos esperabas; que tu compañero tenga un argumento al cual vos tengas que dar la razón. Son cosas que algunas de ellas no son fáciles, porque todos tenemos años haciendo eso y hay un anquilosamiento en algunas cosas.
Eso es salir de la zona de confort, ¿eso querés decir?
GA: Totalmente. Lo mejor de El Astillero para mí es eso. Lo pongo en el mismo lugar de no tener que terminar una canción.
Para vos Gonzalo también. Comentabas que fue especialmente un desafío tener que compartir el proceso.
GD: Sí. Yo siempre compuse canciones y otras personas me acompañaban. En nuestro primer disco nos tocó acompañar a otros autores en sus canciones. Y después eso, llegó el papel de componer en cierto equilibrio de a tres, buscando siempre un punto en común y aceptando ideas que por ahí vos no hubieses tenido.
GA: Y nos peleamos también.
En ese sentido, ¿cada palabra, cada letra y cada arreglo está estrictamente pensado y discutido?
GA: No todas. Hay cosas que transcurrieron así como llegaron. Lo que se discute es cuando hay un conflicto o una duda.
DP: Hay cosas que no generaron dudas nunca.
GD: Sí, pero algunos versos de canciones pueden parecer totalmente naturales y simples, pero nos llevaron semanas de dedicación.
DP: A mí nunca me había pasado eso. Y es algo que me encanta que me haya pasado y nos haya pasado. Ahora en la distancia lo veo y me gusta, quizás en el momento no tanto, eso de estar tanto tiempo cavilando y discutiendo un verso de una canción. En el caso de alguna canción eran dos versos de un estribillo que hasta el momento que entré en la cabina no sabíamos muy bien cómo iba a ser. Y la discutimos durante meses.
¿Cuál fue?
DP: Los adioses. Nos pasó que hasta el momento de grabación estábamos con papeles. Hasta que en un momento cayó.
GD: Es verdad que por un lado fue uno de los discos en los cuales trabajé que más se habló antes de todo lo que iba a suceder en el estudio. Y al mismo tiempo fue la primera vez que me sucedió de entrar a grabar y que la frase estuviera bien fresquita, te suena muy nueva.
DP: Y ese fue uno de los aspectos más interesantes del trabajo: poder hablar explícitamente de las ideas o de las imágenes poéticas, cuestionar qué se quiere decir. En general cuando trabajo se sucede una discusión interior; leo, trato de corregir. Y en Buceo Invisible en general no nos metemos en el trabajo lírico del otro. Por supuesto que charlamos cosas, pero no con la minuciosidad con la que trabajamos los tres en este disco. Y eso es algo que en el momento incluso me incomodaba o me generaba algo. Y al final del proceso lo siento como uno de los aspectos más fuertes del trabajo.
GA: Viste que normalmente hablamos de forma y de contenido, de teoría, de definiciones culturales y todo. El mundo del pop y del rock -así lo vemos al disco, vive ahí-, normalmente el valor está asociado a una voz generacional, individual, de un artista, una banda o lo que fuera. Y creo que una de las cosas que se fue dando de forma natural fue la manera de que acá resultara una voz. Podemos repetir que sí, somos de tres generaciones diferentes. En sí mismo no es un valor, es una torpeza hablar de eso si no es para significar otra cosa. Y yo creo que esa minuciosidad, el intercambio, el poder moldear y presentar nuestras propias permeabilidades era con la finalidad de que esto tuviera una voz. Y es una voz que trasciende las diferencias generacionales. Eso en en la cultura pop y rock es muy difícil pretender diseñarlo.
Ahora lo veo como una probable lectura de lo que estábamos buscando: que El Astillero fuera una voz que saliera de acá, aparte de nuestras voces. Creo que ahí hay un factor de identidad re definitorio.
Eso es un logro. De hecho hacer el ejercicio de tratar de adivinar quién hizo cada letra es bastante difícil.
GA: Nosotros nos hemos olvidado incluso de muchas de esas cosas.
DP: Vos poné que son todas mías. (Risas)
GA: Acá los tres tocamos cosas que por lo general no tocamos. Hicimos arreglos que ninguno había hecho nunca. Nos cruzamos en arreglos como nunca habíamos hecho. En voces también.
Una cosa que también cuidamos mucho es los cambios de escena, que la otra voz que aparece complemente. A eso le dedicamos pila, casi como si fuéramos dramaturgos.
GD: Eso es verdad. Algo que hablamos mucho es que no tiene que haber un coro por el coro, o una voz que aparezca ahí impersonal. Si aparece tiene que cumplir una función.
Eso se ve por ejemplo en Miranos, donde la voz la lleva Garo, pero Diego y Gonzalo aparecen en un puente, como una intervención diferente. Es como un contrapunto, otra voz que llega con otra perspectiva.
DP: Es como un coro griego que aparece de otro lado y comenta lo que está sucediendo. No es el narrador el que habla, sino que es otro personaje u otros personajes.
GD: Está bueno lo que decís, porque cumple una función muy importante en la canción. Creo que el coro dijo diferentes cosas a lo largo de proceso de composición y era una canción en la que necesitábamos encontrar el punto justo.
GA: Sí queríamos que el disco fuera, de múltiples maneras, el resultado del presente que vivimos. Entonces claro, hablamos de cosas que tienen que ver con el corazón, pero después hay cosas que tienen que ver con el devenir político, social. Y ser directo con eso es jodido, porque elimina el lenguaje poético. Ahí quemamos cartuchos y cartuchos buscando maneras de poder hablar de un presente, abarcar las diferentes maneras de hablar de un presente incluyendo cosas políticas y sociales sin perder el rumbo.
Como decías, buscar la elipsis. ¿Miranos resulta una de esas canciones políticas?
GA: Quizás la palabra política está tan bastardeada que la culpa no es de la palabra. Es culpa de canciones que se presentan como políticas. Capaz que es una canción no política, sino sobre cómo está afectada la integridad espiritual por un mundo de determinadas características. Está hablando de cómo se vulnera lo más preciado, y bueno, termina siendo político igual.
Otro de los desafíos que creo que tiene este trío es de crear una estructura sólida a base de tres guitarras, y que cada una propusiera cosas diferentes.
GA: Los roles de la guitarra también supusieron mucho trabajo de exploración y de investigación. Tener tres guitarras que tuvieran un diseño polifónico, que lograran un entretejido rítmico de fraseo y contrapunto, fue una cosa que los tres investigamos bastante. Quizás no inventamos nada, pero para nosotros fue una manera de resolver las canciones. No hay guitarras que si las sacás no se noten. Casi nunca hay dos guitarras haciendo lo mismo tampoco. Casi nunca hay una haciendo algo bueno. (Risas).
Eso es algo que terminó transformándose también en la identidad de El Astillero, así como también alimentarse del pop y del rock (hay cosas que suenan muy dylanianas) pero también de ritmos de raíz como las milongas.
GA: Sí. No lo tenemos como un propósito. Encontramos una forma precisa de soportar algunas cosas que estábamos diciendo en el fraseo que tiene la milonga. Ahí nos encontramos muy cómodos. En el disco hay mucho fraseo, hay cosa dicha con una intención que ya tiene un tiempo, una velocidad y una inquietud. Y en la milonga encontramos una herramienta muy poderosa. Pero no solo desde el punto de vista formal para parecer uruguayo, que es una de las cosas que no solamente detestamos sino que nos pareció justamente algo a evitar. Utilizamos lo formal en cuanto resuelve una sensibilidad o soporta una cosa dicha. Es un corazón entregado sobre los rieles de la milonga.