Gabriel Peveroni revive el recuerdo emotivo musicalizado por Tango que me hiciste mal
Kristel Latecki
Este año Estuario Editora junto al escritor Gustavo Verdesio decidieron encarar un proyecto que hace tiempo vienen ideando, uno que nace desde el cariño y el fanatismo por la música. La serie Discos invita a periodistas y escritores a repasar la historia y las anécdotas detrás de un disco importante para la música uruguaya y argentina.
El primer tomo estuvo a cargo de Gabriel Peveroni, que se adentró en Tango que me hiciste mal de Los Estómagos. La serie continúa con Caída libre por Ramiro Sanchiz y Otra navidad en las trincheras por Ignacio Martinez.
En el caso de Peveroni, su disco elegido es uno que marcó de manera fundamental su adolescencia. Él vivió de primera mano la explosión que significó la llegada de Los Estómagos a los escenarios montevideanos, y su música permeó hasta transformarse en su banda sonora de esos años.
Por eso, para contar la historia de Tango que me hiciste mal fue casi necesario contarla en primera persona. Su sensible libro no solo toma testimonios de los músicos y hace un repaso canción a canción, sino que es una novela sobre su propia vida, sobre los momentos de la adolescencia y los recuerdos que despierta cada tema, vistos desde la experiencia de la adultez. Es la historia de un hombre y su relación emotiva con un disco. De eso habla Peveroni en la entrevista que sigue a continuación.
El libro ya tuvo su presentación oficial en la IMM, pero hoy se tendrá la oportunidad de escuchar a su autor presentarlo nuevamente en la feria Ideas + a las 20 horas.
En el comienzo el libro dedica mucho a Gritar, la canción que abre el disco. ¿Te acordás cuando fue la primera vez la escuchaste?
No específicamente Gritar. Creo que es una canción que siempre la grité. Aparte eso de "la puerta cerrada de mi cuarto / a mi alrededor la oscuridad / sin saber por qué estoy llorando", es una definición del adolescente. Te pegaba fuerte.
Es una canción que tiene una estructura rara y es deforme, porque no logra ser un grito. Es una cosa performática que termina en eso de gritar "gritar". Ahora cuando estaba en la escritura del libro me di cuenta de esa cosa interesante que era el chistecito de gritar la palabra “gritar”. No me acuerdo cuándo fue la primera vez que la escuché, pero sí es una canción que en el disco es clave. En los recitales ya era diferente, porque ya había otras canciones. En los primeros recitales ya tenían otras como Solo, por ejemplo. Las canciones que tenían más convocatoria, las que uno saltaba más eran Hijos del imperio, Cambalache, Penicilina, La pluma eléctrica -que no era de ellos-, La barométrica, Amo de la noche también y Gritar. Esas eran las canciones. No hubo una presentación de Tango que me hiciste mal como lo harían Buenos Muchachos hoy en un teatro, bien tocado. No, los recitales eran una bosta, sonaban mal e ibas directo a los temas como Hijos del imperio, todos esos. Estaba muy disociado, el disco era el disco. O sea, la oscuridad esa estaba en el disco.
¿Para escribir el libro tuviste que reencontrarte con el disco?
Es un disco que igual de vez en cuando escucho. Hay varios discos de vez en cuando escucho, sobre todos los discos tan emocionales. Lo que sucede ya de veterano cuando escuchás un disco que hace 30 años que no escuchabas, pero lo escuchaste mucho cuando tenías entre 12 y 17 años es que te lo sabés de memoria. Es una cosa muy fuerte. Yo hice el ejercicio violento: durante toda la escritura del libro lo único que escuché fue el disco de Los Estómagos. Por una cuestión de que "si te vas a drogar, drogate bien". Escuché alguna poca cosa, como para seguir trabajando con un disco nuevo, pero cuando me sentaba a escribir siempre estaba en el disco atrás. Para estar dentro del estado. A Los ojos de una ciudad china la escribí escuchando a Bowie constantemente. Y acá me metí en el universo Estómagos. No me quería confundir con lo que estaba sonando ahora.
El libro tiene un formato muy personal, ¿cómo fue empezar la historia y decidir ponerte a vos en el medio de todo?
La razón principal es que la propuesta de Gustavo Verdesio de escribir un disco incluía la libertad de escribir de lo que quieras, en el formato que quieras. Ellos no querían un libro técnico sobre un disco, o un libro periodístico, por eso fueron a buscar a una gente determinada en esa primera etapa. También eso me sirvió de anzuelo. Si me hubieran propuesto lo otro no hubiese aceptado, porque no me interesaba. No es de mi interés escribir un libro técnico en este momento. No me veía capacitado para hacerlo. Sí me interesó mucho esto y aparte tiene que ver con terrenos en los que estoy moviendo dentro de lo que estoy escribiendo o leyendo. Por un lado te podría decir que sin ser influencias directas, hay influencias muy fuertes de todos los libros que me leí de Emmanuel Carrère de autoficción. Y por otro lado también los libros de Simon Reynolds, que vienen más de la parte de la música. Me parecen muy buenos sus libros en eso, en el contexto sociológico y político. Esas dos cosas fueron las que me llevaron a ese camino. Me lo plantee como ejercicio. Me llevó un tiempo, y ahí me jugué mucho. Jugué a meterme yo adentro.
En ese sentido tu libro es una linda sorpresa, porque se mete en tu adolescencia y en tu sensibilidad respecto de tus vivencias. ¿Cómo te animaste a poner en papel todas estas cosas que te pasaron con tu padre, tu hijo, tus propios recuerdos de la época? Está todo ahí.
En principio, como te digo, me lo plantee como un ejercicio. Es un ejercicio peligroso, porque uno esta jugando con uno mismo y con los demás. Pero bueno, creo que lo necesitaba hacer. Pero también es una forma de abrirme, o de abrir una puerta que estaba cerrada. Porque en definitiva en las novelas también está presente, pero no así tan abiertamente.
Yo igual hace tiempo venia escribiendo cosas mas personales. Ya me importa un huevo algunas cosas y escribo de lo que siento en el momento. Creo que las columnas de Yamp tienen cierto parentesco con el libro, porque son abordajes muy caprichosos. Algunos muy personales.
También lo que pasa es que yo vengo de una generación donde todo esto era muy reprimido. En los años 90 cuando yo empecé a laburar, escribir en primera persona era muy mal visto. Entonces, no es que me cueste mucho, sino que es toda una investigación personal.
Pero no estoy contando nada extraordinario, son cosas comunes que me pasaron a mí y que a muchos les pasó lo mismo de diferentes maneras. Por ejemplo, con respecto a mi padre, yo noto que alguna gente que lo leyó se identifica mucho con esa relación padre e hijo. Me pasó una cosa muy curiosa cuando presentamos al libro. Una de las personas que me vino a saludar fue el padre del Hueso. Se me acerca y me dice que se había emocionado mucho porque se sentía muy identificado con mi padre. Y ta, podría haber estado su mirada en el libro. Podría haber estado interesante.
Uno de los personajes que tiene su protagonismo (además de todos los miembros de Los Estómagos) es Alfonso Carbone, que tuvo una injerencia directa en muchos casos, sobre todo en la decisión de qué disco salía. ¿Él llego a comentar por qué editó Tango que me hiciste mal, y no aquel disco punk perdido de Los Estómagos?
O sea, como personaje de mi novela me viene bárbaro, y en definitiva muchas de las cosas que se dicen ahí sucedieron así. No sé qué mirada queda sobre Alfonso, porque en definitiva no es solo parte de la cosa, sino que también la existencia de Tango que me hiciste mal deriva de sus decisiones. Ellos mismos entienden que las decisiones que tomó en ese momento le parecieron duras, pero las miran con el tiempo y les parecen acertadas. Depende de cómo se miren. Yo sé que parece muy injusto, pero se fueron dando situaciones en las que él apostaba. Sus decisiones acabaron con el rock del 83. No hubo disco de Crisol, de Polenta, ni de un montón de gente que estaba muy preparada y profesionalmente diría que sonaban mejor. Pero apostó estéticamente y arriesgó mucho. Y eso me parece bárbaro. Carbone era simplemente una persona que decidía una política editorial. Y tampoco le digamos "política editorial", simplemente dijo "me gusta esto y esto no". Él tenía una concepción de mundo, porque venía de Europa. Tenía claro que eso no iba a funcionar de ninguna manera e intuía que Los Estómagos y todos esos grupos que venían, a pesar de que eran muy amateurs, la podían llegar a romper y que eran muy interesantes, mucho más interesantes que la mayor parte del rock argentino. Eso lo vio clarísimo. Y era difícil manejar situaciones de amateurismo.
Desde su posición tomó buenas decisiones. Obviamente no fueron buenas para alguien que quiere analizar la música y nos perdimos determinadas joyas, para los melómanos nada más. Porque en realidad si Los Estómagos hubiesen salido con un disco que no tenía Fuera de control o era un disco excesivamente punk, quizás no hubiese pasado lo que pasó con ellos.
Hay una cita casi al final del libro donde Peluffo habla sobre la posibilidad de que Los Estómagos se reúna: "Yo les doy un tiempo, pero si en unos años no hacen nada, voy a salir yo a cantar las canciones de Tango que me hiciste mal" (de hecho en el Montevideo Rock cantó Gritar). ¿Vos opinás que Los Estómagos se deberían de juntar?
Mirá, es legítimo que ellos quieran juntarse y hagan lo que quieran. Si me preguntás a mí, yo preferiría que no se juntaran. Porque creo que las cosas suceden en su tiempo y lugar. Creo que hay cosas dentro de la cultura rock que son jóvenes y que para mantenerse jóvenes tienen que estar muertas. ¿Por qué? Porque es en el momento en que son legítimas. Para mí el rock no es nostalgia. De repente sí, te dicen de ver a Bauhaus -como vino la otra vez, que fue una parodia de Bauhaus-, y de repente pasás un buen momento. Pero no sé, a mí los regresos... entiendo que la gente tenga que comer, alimentar una máquina y todo. Pero en el caso de Los Estómagos prefiero que quede así, en ese disco, en el recuerdo.